lunes, 16 de abril de 2018

¿Qué son las metodologías activas?

Escribe Ángel Fidalgo 
Son Goku es el protagonista de una serie animada de ficción. Lo que más me llamaba la atención de este personaje no era lo bien que peleaba, los rivales a los que se enfrentaba ni tan siquiera la trama. Lo que realmente me fascinaba era que a medida que luchaba tenía más poderes. Cuanto más fuerte era el rival, más poderes adquiría. 
Y eso es lo que ocurre con el conocimiento, mejora cuanto más lo utilizamos y esa mejora es tanto mejor cuanta más variedad de situaciones den lugar al mismo.
Los seres humanos estamos preparados para aprender, está en nuestra naturaleza y es clave para garantizar nuestra supervivencia. Para ello disponemos de mecanismos de aprendizaje y unos conllevan un mayor esfuerzo que otros, unos son más adecuados que otros en función de la situación de aprendizaje, pero la principal características es que todos se complementan y todos son necesarios.
Las metodologías más utilizadas y habituales en el contexto formativo utilizan un proceso de aprendizaje donde el alumnado adquiere conocimiento a partir del que le suministra el profesorado de forma dogmática (el alumno se lo toma como dogma, no por respeto al profesorado, sino porque es lo que se va a preguntar en el examen). La percepción del alumnado es que si se trata de un dogma, lo mejor es tratar de entender lo que se le dice, prestar atención para que no se le escape nada, memorizar la máxima cantidad que pueda y demostrar el resultado de esa “dogmatización” en el examen. A este tipo de metodología se le denomina metodología pasiva y es adecuado para un aprendizaje teórico-conceptual. El principal problema es que el ser humano no está preparado para aprender solo de esta forma. Si se abusa de este método nuestro cerebro desarrolla mecanismos de autodefensa, entre los que se encuentra la disminución de la capacidad de atención.
Al igual que Son Goku, nuestros poderes para adquirir conocimiento aumentarán si nos enfrentamos a retos que requieran una cierta actividad e iniciativa por nuestra parte. Por ejemplo: dudando de los dogmas, buscando alternativas, cooperando con otras personas, creando conocimiento de forma cooperativa, utilizando más fuentes de conocimiento que las que nos pueda aportar el profesorado, tomando decisiones, tratando de resolver retos, aplicando ese conocimiento a situaciones reales, equivocándonos, compartiendo conocimiento con personas que saben menos que nosotros y, también, con las que saben más. Las metodologías que requieren que el alumnado utilice todas esas capacidades se denominan metodologías activas. Nuestro cerebro suele favorecer este tipo de actividad aumentando la motivación, el interés, la autoconfianza y la seguridad en que alcanzaremos la meta final (es lo que ocurre cuando aprendemos a montar en bici, da igual las veces que te caigas, al final lo consigues).
Una metodología activa es un conjunto de procesos y actividades (organizadas y planificadas) que “obligan” al alumnado a enfrentarse a situaciones donde tiene que adquirir conocimientos, habilidades, tiene que contrastar estrategias, tiene que tomar decisiones, incluso crear nuevo conocimiento y, sobre todo, comprobar el resultado de lo que ha hecho. Esto significa que para que se produzca aprendizaje no importa tanto el resultado de las acciones sino el haber realizado las acciones que conducen a la obtención del resultado.
Siguiendo con el símil, Son Goku adquiere más poderes por el hecho de pelear, no por ganar la pelea. Cuando Son Goku era joven tenía un maestro que le enseñó  a aprender de forma activa a partir de los aciertos y de los errores. Gracias a esta metodología Son Goku continuó aprendiendo toda su vida y llegó a ser mucho mejor que su maestro. Si el maestro hubiese utilizado una metodología pasiva, Son Goku seguramente nunca habría sido mejor que su maestro